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El “resort” saliéndose

Foto micrófonoÁnimo en dos minutos

Por Luis Rafael García Dubus

- "Oiga este cuento compadre, una señora viejita le dijo a su tataranieto: Mira, dicen que el mundo es redondo, pero no te acerques mucho al borde por si acaso".

- "Está bueno el cuento compadre. La verdad que hay gente que por más que oigan noticias nuevas, siguen pensando igual que antes..."

Esta simpática conversación, me hace pensar, si en relación con la BUENA NOTICIA que ha traído Jesucristo, no estaré yo igual que la señora del cuento en muchos aspectos. Por ejemplo, el evangelio de San Marcos 1,12-15, termina con esta frase:

"El reino de Dios ha llegado. Conviértanse y tengan fe en la buena noticia".

¿"Convertirse"? La palabra conversión corresponde a la palabra griega "metanoia", que quiere decir CAMBIO (meta) de MENTALIDAD (nous). De modo que podría decirse que convertirse es:

Entrar en un proceso de cambio de mentalidad. Es como ver algo que ya estaba ahí, frente a mí, y yo no lo veía.

LA PREGUNTA DE HOY

¿ACASO ESTAREMOS VIVIENDO TAMBIÉN USTED Y YO VIDAS LIMITADAS...?

Hay muchos creyentes cuya fe consiste en tener una respuesta aceptable al misterio de la vida, disponer de una serie de normas de conducta para sus relaciones con Dios, y saber que hay un ser superior a quien pueden acudir cuando sienten que no pueden más.

Pero, ¿eso es todo? ¿No será esta "una fe de tierra plana", una fe que limita el amor de Dios restringiéndolo a un simple reglamento...?

En el evangelio dice que "el Espíritu lo empujó al desierto". Y que Él no se resistió, sino que se dejó conducir por el Espíritu a ese lugar donde nada lo separaba de Dios.

Me ha ayudado a entender esto mejor, escuchar las palabras de F.A.D: "Vivimos como en un resort; pero cada vez con más miedo y con más frustraciones, porque nada nos llena."

Estas palabras me transmitieron una gran verdad: tenemos tantas cosas entre Dios y nosotros, que no podemos alcanzar a ver la luz del Reino que Jesús nos reveló.

Convertirse es más que ceñirse a una doctrina. Es acoger a una persona que se revela a nosotros como la encarnación del amor de Dios.

En esta cuaresma, el Señor Jesús nos está proponiendo que le dejemos demostrarnos quién es Él, cómo es su Padre, y cuán ciegos estamos ante una realidad de amor inaudito, que se demuestra con su vida y en su sangre.

Él sólo necesita que salgamos un momento del "resort", y le ofrezcamos un espacio de silencio. ¿Diez minutos? ¿Veinte?

El Señor habla en el silencio y desde el silencio, y este pequeño espacio de tiempo diario puede ser su mejor momento cada día, en todo el día, durante 40 días.